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Los FORAMONTANOS 

Cuadernos de Campo, Nº 10. (07/12/1997)

Florentino GARCÍA PÉREZ

Para afrontar el tema del "fenómeno foramontano" vamos a comenzar por lo que denominaremos punto de partida.

HACIA TIERRAS SEGURAS

 

La expansión musulmana en los albores del siglo VIII se realizó de manera rápida por la Península Ibérica hundiendo en la miseria a la repulida sociedad visigoda, A partir de este hecho histórico, cada investigador ha extraído sus propias conclusiones tras bucear en los escasos y partidistas documentos que de esta época se conservan. Los puntos de llegada de los distintos historiadores no han sido siempre coincidentes sobre si el territorio al Norte del Duero quedó totalmente desierto al paso de los caudillos árabes. Estemos del lado de Sánchez Albornoz, que habla de despoblamiento total, o de parte de Menéndez Pidal, que indica que nunca se despobló del todo, los textos árabes echan su cuarto de espadas en la discusión indicando que estas tierras fueron asoladas por la tremenda sequía prolongada, que obligó, tanto a los cristianos como a los bereberes, a replegarse hacia zonas más propicias. Estas circunstancias facilitaron las campañas de Alfonso I y Fruela, que desertizó los "campos quos dicunt goticos usque ad flumen Dorium eremavit", prendiendo fuego y arrasando todas las villas y ciudades, según la Crónica de Albelda. La Crónica de Alfonso III añade que ?en todos los castros villas y aldeas que ocupó, mato a todos los pobladores árabes y a los cristianos se los llevó consigo, sus rebaños y enseres a las tierras del Norte". Los de Osma, Sepúlveda, Segovia, Ávila y Burgos, en Liébana, Reinosa, Asturias de Santillana Y tierra de Santander. Los de Oca y Bureba se establecieron en Losa, Mena, Valdegovía, Carranza, Encartaciones y Trasmiera. Las fuentes árabes se expresan en parecidos términos. Fue, en palabras de nuestro paisano Calderón Escalada, una repoblación de Cantabria, además de traernos la cultura que no nos dejaron los romanos porque nos conquistaron los últimos.

 

CONSECUENCIAS

 

Consecuencias de todo ello son: la consolidación del reino astur, lo que le permitirá salir más tarde de los estrechos límites de la Cordillera Cantábrica; aumento importante de la población en los valles cántabros al recibir a los hispanogodos y mozárabes, que llegaban huyendo del invasor desde las llanuras del Arlanza, Pisuerga y Duero: cambio de las formas de vida de los cántabros, astures y vascones, asimilando las instituciones hispanogodas y transformando sus comportamientos culturales, sociales y económicos, hasta entonces muy atrasados, en un "proceso de aculturación influjo del monacato, que se instala en estos valles, fundando cenobios y monasterios, especialmente en territorio de Liébana y Bardulia: Santo Toribio, Santa María de Cosgaya, Aguas Cálidas en la Hermida, Piasca, Castrosiero, Valpuesta y un largo etcétera documentado, en los siglos VIII, IX y X; crisis mozárabe en Al-Andalus y revuelta muladí, que debilita sus dominios en los territorios que se extienden desde la Cordillera Cantábrica hasta el río Duero; la densidad de población, que el historiador Plinio daba para el "conventus asturiense" y que no llegaba a 6 habitantes por km2, con la huída de los habitantes de la Meseta hacia los refugios del Norte, los valles cantábricos se superpueblan.

Esta huída de los cristianos fugitivos, seguidos de sus obispos, es descrita por el Anónimo Mozárabe así: "Dirigiéndose fugitivos a las montañas, sucumben de hambre". La Crónica de Alfonso III dirá: ?Entre los godos que no perecieron por la espada o de hambre, la mayoría se refugió en esta patria de los asturianos lo que hace decir al monje de Arlanza: ?Eran en poca tierra muchos hombres juntados. Visquieron castellanos grand tiempo mala vida; en tierra muy angosta de viandas fallida. Lacerados muy grand tiempo a la mayor medida; véyense en grand miedo con la gent descreyda". 

 

REPOBLACIÓN

 

El fenómeno repoblador abarca en el espacio un trasiego de gentes que, en el escenario geográfico, va desde Galicia hasta los Pirineos. Nosotros dejaremos de lado la astur-galaica y la vasco-pirenaica para centrarnos en aquella que nos atañe más directamente, la que arranca de los angostos valles de la vieja Cantabria. Sin banalizar el tema, alguien ha comparado el fenómeno repoblador foramontano con la conquista del Oeste americano que nos describen algunas célebres películas. Impulsores de tan impresionante aventura fueron gentes humildes y, tras ellos, reyes, condes y abades. A estos últimos, les interesa ocupar las zonas deshabitadas y ponerlas en cultivo, lo que supondría por parte de las autoridades dar todo tipo de facilidades a quienes quisieran repoblar aquellos territorios. Alguna teoría investigadora deduce que, más que repoblar, era organizar aquel territorio abandonado a su suerte. La tierra pertenece al rey y cualquiera puede hacerse dueño de ella por el simple hecho de roturarla u ocuparla sin más, fenómeno que se conoce con el nombre de presura; ésta se hace efectiva no cuando se ocupa, sino cuando se trabaja y explota. Con ello, los primeros repobladores van a convertirse en pequeños propietarios libres. Si la presura denota una sociedad desorganizada que había creado un tipo de poblamiento disperso, la repoblación concejil será, más tarde, un nuevo paso hacia el sistema organizado, lo que originará núcleos de población bien definidos, dando lugar a los municipios con sus límites perfectamente marcados por los reyes y condes, que los enriquecerán con fueros y cartas-pueblas. El poema de Fernán González lo canta así: " Villas y castillos tengo, todos a mi mandar son; dellos me dejó mi padre, dellos me ganara yo. Los que me dejó mi padre poblelos de ricos hombres, los que yo me hube ganado poblelos de labradores. Quien no había más que un buey, dábale otro que eran dos; el que casaba su bija le daba yo rico don; cada día que amanece por mí hacen oración..."

Esta repoblación singular de hombres libres, que se da en el territorio que con el tiempo se llamará Castilla, comienza hacia el año 800, abarcando, en un primer momento, las márgenes del Ebro. Repoblación que se ve detenida por Abderramán I, hasta que el conde Rodrigo reorganiza el movimiento repoblador tras la ocupación de las fortalezas de Amaya, Mave (Cildá) y Saldaña. La supervivencia de estos hombres libres o villanos dependía, en alguna medida, de la existencia de la nobleza o de las iglesias y monasterios importantes, así como de su necesidad para defender los intereses de los monarcas en los territorios de frontera. Se traduce todo ello en privilegios, libertades, exención de impuestos y cargas fiscales para favorecer la expansión. Los condes levantan sus fortalezas y castillos para defender a quienes trabajan en el llano. Los monjes hacen una repoblación monástica con predominio de la riqueza ganadera sobre el cultivo. Hombres destacados en esta época primera son el abad Vitulo, en el valle de Mena, obispo Juan, en la diócesis de Valpuesta, y el conde Munio Núñez, en nuestra región.

El sistema de ocupación de la tierra tiene una estructura social abierta que ya se puede llamar "democrática aquellos hombres libres se rigen por sus propias costumbres locales antes que por el rígido Fuero juzgo. Es gente dinámica e innovadora como lo demuestran las estructuras sociales reflejadas en los romances de sus juglares. Dirá Sánchez Albornoz que la intervención popular en la vida política era directa, fruto de "ese dramático resistir y batallar de un pueblo libre en que se habían fundido tres razas como la cántabra, la germana y la vasca".

La palabra foramontano se deriva de las latinas “foras monte" = fuera de la montaña. Hacia el año 814, los Anales Castellanos dan la noticia que tanto intrigó al hijo de Concha Espina, Víctor de la Serna: "Exierunt foras montani de Malacoria et venerunt ad Caste11a". Pérez de Urbel comenta el texto diciendo que "es una emigración en masa de gentes de las estribaciones orientales de los Picos de Europa, donde están las Mazcuerras, hacia Bricia, Campoo, Saldaña. Bajan de Cabuérniga y Cabezón por la Braña del Portillo hasta el nacimiento del Ebro; pasan cerca de Reinosa y al penetrar en la llanura se convierten en foramontanos". Una segunda interpretación: foramontanos sería el derivado latino-germánico de “foras-munt", equivalente a "custodio de la tierra de afuera", o sea, encargados de proteger los intereses de los repobladores. Este último significado no es el que da el Analista a la repoblación Norte-Sur, sino el de salir de los montes hacia las tierras de Castilla. Esta salida y emigración, para algunos como lbn Idhari, fue forzada por un hambre general; para otros, fue la audacia, la aventura o la ambición. Es un fuerte impulso popular, más forzado por la necesidad que dirigido desde arriba.


“El término foramontano -dice Jusué-, responde a un concepto de geografía humana y alcanza a los habitantes de estirpe astur y cántabra que ocupaban las comarcas situadas al sur de nuestra cordillera principal". Si Malacoria responde, más que al lugar conocido como Mazcuerras, a toda la Cordillera Cantábrica, vamos a olvidarnos de teorías menos demostrables de la Malacuera cercana a Brihuega y de la Morcuera de los Montes Obarenes.


La Ruta de los Foramontanos que nos ocupa sería la que tomaba un ramal militar de la calzada romana que unía Segísamo - Pisoraca - Julióbriga - Portus Blendius. Por Cabuérniga y los Sejos, llegaba a Campoo (Soto, Espinilla, Barrio, La Población) atravesando el puerto de Palombera, y seguía con dirección al Portillo de Somahoz para internarse, cruzando el puente Rojadillo (Valberzoso) sobre el río Camesa, en tierras del Norte palentino; continuaba por Sálcedillo, Brañosera, hasta alcanzar, por el puente romano de Nestar, las orillas del Pisuerga. Este camino foramontano fue utilizado antes por la Legio IV Macedónica para el traslado del ganado hacia los pastos de los puertos. Para Víctor de la Serna no cabe ninguna duda: la Malacoria de los Anales es la Mazcuerras montañesa, que con tanta pasión periodística recreó en las páginas del viejo diario Informaciones de Madrid. Para estas gentes de tan distintas procedencias y culturas, la parte sur de sus refugios montañosos aparece como la tierra de promisión, soleada y rica de pan llevar. De la Serna se figura a aquellos hombres -mitad guerreros, mitad trabajadores-, poniéndose en marcha a toque de bígaro con resonancias marinas, y con la sencillez de las grandes empresas; arreaban las vacas tudancas con la ¡jada y avanzaban, azada al hombro y espada al cinto.



Lentamente van de norte a sur hacia el desierto del Duero, buscando sus amplios horizontes en un despliegue de avance y retroceso, cultivando tierras y defendiéndolas tras las fronteras naturales de ríos como Arlanzón, Arlanza, Pisuerga, Ebro y Duero, viviendo a la sombra de los castillos que refuerzan esas mismas rayas fronterizas. Aquí experimentan la dureza de la vida y la pobreza de aquellos tiempos, las algaras y pillajes, la incertidumbre del mañana, la proximidad del año mil con sus temores...


El foramontano, dirá algún comentarista, salía del valle angosto y húmedo, y se asentaba en la meseta o el páramo; en ese momento comenzaba siendo un valiente. El foramontano lucha con una mano y con la otra cultiva su campo y alza su casa. Cada primavera se ocupa un alcor que inmediatamente se fortifica; se reparten las tierras abandonadas, se construye el poblado y, después... a esperar el fruto de la vida y el golpe del árabe que querrá recoger lo que no sembró. Estos hombres se mueven impulsados por un instinto de libertad; el foramontano se convierte en persona libre amparado por el fuero. El foramontano reclama para su grupo de hombres libres el clima debido para el desarrollo de la personalidad individual y colectiva, el fuero. Era la exigencia de su libertad, lo que se podía llamar "democracia" castellana, que tiene su expresión en el concejo abierto y a campana tañida, en el pórtico de la iglesia, junto a la gruesa olma o bajo el ampuloso nogal. Nacen los jueces que se encargarán de resolver por el sistema de albedrío los espinosos asuntos comunes. Obispos y clérigos, abades y gasalianes, libres y siervos comienzan a ocupar, a deforestar, a labrar la tierra inculta y a llenarla de pueblos con nombres de raíces cántabras, vasconas, mozárabes y visigodas.





Los FORAMONTANOS - Cuadernos de Campo, Nº 10

Florentino GARCÍA PÉREZ, 07/12/1997



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